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lunes, 30 de abril de 2012

Convocatoria de novela romántica

       Editorial Planeta, S.A. convoca el 
          Premio Zafiro de Novela "El Rincón de la Novela Romántica"

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BASES DEL CONCURSO:
1. Editorial Planeta, S.A., con domicilio en Barcelona, Avda. Diagonal, 662-664 y provista de NIF número A-08-186.249, convoca y organiza el Premio Zafiro de Novela "El Rincón de la Novela Romántica".
2. Podrán optar al Premio Zafiro de Novela "El Rincón de la Novela Romántica" (en adelante, el Premio) las novelas románticas escritas originariamente en lengua española, con una extensión mínima de 60 páginas (aproximadamente 2.100 espacios por página), en formato word o bien en pdf,. Tendrán cabida todo tipo de géneros dentro de la narrativa romántica femenina en general (regencia, paranormal, comedia romántica...).
3. Podrán optar a este Premio autores de cualquier nacionalidad, siempre que sean mayores de edad y que su obra esté escrita en español.
4. Este certamen está abierto tanto a autores noveles como a autores ya publicados, y se podrá enviar hasta un máximo de un manuscrito por autor.
5. Al optar a dicho Premio, el concursante garantizará que se trata de una obra inédita (es decir, que no haya sido publicada en cualquier formato, incluido el digital en todos sus formatos, como Word, pdf, Epub, etcétera, considerándose publicado el estar o haber estado disponible a través de Internet), que su autoría le corresponde en exclusiva, y que no es copia ni modificación de ninguna otra, así como que la misma no concurre simultáneamente o ha concurrido a ningún otro premio. Se recomienda el registro previo de la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual.
6. El jurado del Premio estará compuesto por profesionales especializados en novela romántica. El fallo, inapelable, se hará público a través de la página web www.rnovelaromantica.com el día 9 de noviembre de 2012. El consejo lector estará formado por 6 personas y un presidente del jurado. El consejo seleccionará -entre todas las obras presentadas- tres como máximo, y realizarán también la función de jurado para su valoración y para la adjudicación del Premio. El jurado elegirá la obra ganadora según criterios de la organización
7. El Premio no podrá ser repartido entre dos o más novelas y podrá ser declarado desierto.
8. Las obras se enviarán por correo electrónico a la dirección premiozafiro@yahoo.es en dos archivos: uno con el texto en formato PDF, cuyo título debe corresponder con el de la novela, juntamente con así como una breve reseña biográfica y una nota en la que se especifique el género de la obra (regencia, paranormal....) así como una breve sinopsis, 10 o 15 líneas, de la misma y otro, en Word, en el que conste el nombre del autor, el número de documento nacional de identidad o pasaporte y su domicilio. El autor que presente una obra al Premio deberá remitir, además, una declaración firmada en la que deberán constar, necesariamente, todos y cada uno de los siguientes extremos:
(i) Manifestación expresa del carácter original e inédito en todo el mundo de la obra que se presenta, así como que no es copia ni modificación, total o parcial, de ninguna otra obra propia o ajena;
(ii) Manifestación expresa de la titularidad exclusiva del autor sobre todos los derechos de la obra y que la misma se encuentra libre de cargas o limitaciones a los derechos de explotación;
(iii) Manifestación de que la obra presentada al Premio no ha sido presentada a ningún otro concurso que esté pendiente de resolución en el momento de la presentación de la obra al Premio;
(iv) Manifestación expresa de la aceptación por el autor de todas y cada una de las condiciones establecidas en las presentes bases; y
(v) Fecha de la declaración y firma original.
La declaración, con la firma, deberá ser escaneada y remitida por correo electrónico junto con el original en PDF y el documento de Word con los datos personales.
La presentación de la obra al Premio bajo seudónimo se efectúa a los solos efectos del desarrollo del concurso hasta su fallo.
Quedan excluidas, en cualquier caso, las obras de autores fallecidos antes de anunciarse la convocatoria del Premio.
9. Los participantes podrán usar seudónimo, siempre y cuando en la presentación consten los datos reales.
10. El ganador se compromete a suscribir con Zafiro eBooks el pertinente contrato de cesión que se le presente al efecto. Zafiro eBooks publicará la obra en la fecha que considere conveniente, y a más tardar en el plazo de un año a partir de la fecha de publicación del fallo mencionado en la cláusula 5.
11. El otorgamiento del Premio comporta que el autor de la obra ganadora cede a Editorial Planeta, S.A. en exclusiva y con carácter mundial, para todo el periodo de vigencia de los derechos de propiedad intelectual todos los derechos de explotación (reproducción, distribución en cualquier formato, comunicación pública y transformación) sobre la obra para todas las modalidades de edición en cualquier formato o apoyo (tapa dura, rústica, bolsillo, ediciones económicas, edición de lujo, bibliófilo, ilustrada, edición club, edición especial, edición on y off-line, ediciones digitales, e-books, etc), incluyendo todo tipo de adaptaciones, como las audiovisuales, dramáticas y radiofónicas, y la traducción en todos los idiomas. El autor se obliga a subscribir el contrato que sea necesario para formalizar oportunamente esta cesión. La editorial podrá subscribir con cualquier otra compañía de su Grupo, o con terceros, los acuerdos que necesarios para posibilitar la óptima explotación en las diversas modalidades tanto en España como el extranjero, o bien efectuar la mencionada explotación directamente por ella misma. Las regalías que correspondan al autor en virtud del contrato serán las habituales en el sector.
12. Editorial Planeta tendrá, durante el periodo de un año desde la concesión del Premio, un derecho de opción preferente para la suscripción de contratos de edición de cualquier de las obras presentadas y no premiadas que la editorial considere de su interés.
13. El plazo de entrega de originales comenzará el 23 de abril de 2012 y finalizará el 23 de julio de 2012.
14. La presentación al Premio supone la aceptación íntegra e incondicional de estas bases por parte del concursante, así como la imposibilidad de retirada de cualquier obra que haya sido presentada en debida forma antes de que se haga público el fallo.
15. Ni Editorial Planeta, S.A. ni El Rincón de la Novela Romántica (www.rnovelaromantica.com) mantendrán correspondencia de ninguna clase con los autores que se presenten al Premio y no facilitarán información sobre la clasificación y valoración de las obras.
16. Editorial Planeta, S.A. se reserva el derecho de modificar, suspender o ampliar estas bases, por cualquier motivo.
17. En el supuesto de que Editorial Planeta, S.A. fuese objeto de cualquier reclamación, judicial o extrajudicial, iniciada por terceros y basada en posibles infracciones de los derechos de propiedad intelectual de dichos terceros, derivada de la utilización por parte de Editorial Planeta, S.A. de la información y documentos aportados por el participante, éste asumirá cuantos gastos, costes e indemnizaciones pudieran derivarse de tales acciones judiciales, respondiendo frente a Editorial Planeta, S.A.U. o frente a tales terceros, según corresponda.
18. De conformidad con lo establecido en la Ley Orgánica 15/1999, de Protección de Datos de Carácter Personal, el concursante consiente que sus datos personales facilitados para la participación en este concurso sean incorporados a un fichero titularidad de Editorial Planeta, S.A. para tramitar la participación del concursante en este concurso y para comunicarle el premio en caso de que resultase ganador, así como para enviarle al concursante información sobre novedades o futuros concursos relacionados con libros publicados en Editorial Planeta, S.A. Si no desea que los datos sean tratados por Editorial Planeta, SA. para las finalidades antes indicadas, el concursante lo puede comunicar enviando una carta a (INCLUIR A QUIEN HAY QUE ENVIAR), Avenida Diagonal, 662-664, 6ª planta, 08034 Barcelona, en el plazo de 30 días desde el envío de la documentación necesaria para la participación en este concurso. En caso de no recibir dicha comunicación dentro del plazo establecido, entendemos que el concursante autoriza a Editorial Planeta, S.A. para el tratamiento de los datos personales.
Si el concursante no desea ser informado de nuestros productos y/o servicios a través de medios electrónicos, puede indicarlo enviando un correo electrónico a romantica@planetadelibros.com o una carta a Editorial Planeta, Zafiro, Avenida Diagonal, 662-664, 6ª Planeta, 08034 Barcelona.
El concursante puede ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición al tratamiento de los datos enviando un correo electrónico a romantica@planetadelibros.com o una carta a Editorial Planeta, Zafiro, Avenida Diagonal, 662-664, 6ª Planeta, 08034 Barcelona.
19. Para cualquier duda, discrepancia, reclamación o cuestión que se pudiera plantear en relación con la interpretación o ejecución de estas bases, las partes acuerdan someter el conflicto a un tribunal de derecho del Tribunal Arbitral de la Cámara de comercio de Barcelona y someterse a la sentencia arbitral.


Convocatoria de novela romántica

Vergara y la web El Rincón de la Novela Romántica convocan el
III Premio de Novela Romántica
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Vergara, sello editorial perteneciente a Ediciones B (Grupo Zeta), lidera la publicación de literatura romántica moderna desde comienzos de los años ochenta. El Rincón de la Novela Romántica, que este año cumple sus diez años de existencia, es una web especializada en este género literario que cuenta con un gran número de seguidores en España y Latinoamérica.
La segunda edición del Premio, convocada en 2011, culminó en la presentación al público de habla hispana de dos autoras inéditas. La novela ganadora, Cuando el corazón perdona, de la valenciana Ruth M. Lerga, deslumbró a las lectoras y a la crítica por su calidad e imaginación y fue publicada con éxito en febrero de 2012. La primera finalista del Premio, Ana Iturgaiz, también vio publicada su novela Bajo las estrellas. Ambas obras siguen cosechando elogios de los lectores, que gracias al Premio han descubierto a dos escritoras de indudable talento.

BASES DEL PREMIO
1. Podrán optar al III Premio de Novela Romántica las novelas románticas escritas originariamente en lengua española, con una extensión mínima de 250 páginas de tamaño DIN A4, escritas a doble espacio con tipografía Times New Roman de cuerpo 12 (aproximadamente 450.000 caracteres con espacios). Las novelas románticas estarán dirigidas a lectores adultos, y podrán ser históricas o de contexto contemporáneo, o pertenecer a alguno de los siguientes subgéneros: fantasía romántica, romántica paranormal o romántica erótica.
2. Podrán optar a este Premio autores de cualquier nacionalidad y sexo, siempre que sean mayores de edad y que su obra esté escrita en español.
3. Este certamen está abierto tanto a autores noveles como a autores ya publicados.
4. Se admitirá un solo manuscrito por autor.
5. Al optar a dicho Premio, el concursante garantizará que se trata de una obra inédita (es decir, que no haya sido publicada en cualquier formato, incluido el digital en todos sus formatos, como Word, pdf, Epub, etcétera, considerándose publicado el estar o haber estado disponible a través de internet), que su autoría le corresponde en exclusiva, y que no es copia ni modificación de ninguna otra, así como que la misma no concurre simultáneamente a ningún otro premio. Se recomienda el registro previo de la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual.
6. El jurado del Premio estará compuesto por profesionales especializados en literatura romántica: Nieves Hidalgo, Lola Gude, Laura Socías, Marisa Tonezzer y Esther Ortiz. El fallo, inapelable, se hará público a través de la página web www.rnovelaromantica.com y la página web de Ediciones B: www.edicionesb.com durante el mes de diciembre de 2012.
7. El Premio no podrá ser repartido entre dos o más novelas y podrá ser declarado desierto.
8. Las obras se enviarán por correo electrónico a la dirección infoelrincon@yahoo.es y deberán contener los datos personales del autor, número de documento de identidad, dirección postal y teléfono de contacto, así como una breve reseña biográfica.
9. Los participantes podrán usar seudónimo, siempre y cuando en la presentación consten los datos reales y no se envíen más de un manuscrito por autor.
10. La cuantía del Premio será de 2.000 euros, suma que será considerada como anticipo por la cesión, en exclusiva, de todos los derechos de edición a Ediciones B, S.A. y conllevará la edición de la obra premiada por parte de dicha editorial, en cualquiera de sus sellos.
11. El ganador se compromete a suscribir con Ediciones B el contrato de cesión que se le presente al efecto. Ediciones B publicará la obra en la fecha que considere conveniente, y a más tardar en el plazo de un año a partir de la fecha de publicación del fallo mencionado en la cláusula 6.
12. El plazo de entrega de originales comenzará el 20 de abril de 2012 y finalizará el 30 de julio de 2012.
13. La presentación al Premio supone la aceptación íntegra e incondicional de estas bases por parte del concursante, así como la imposibilidad de retirada de cualquier obra que haya sido presentada en debida forma antes de que se haga público el fallo.
14. No se mantendrá correspondencia de ninguna clase con los autores que se presenten al Premio. Una vez fallado el Premio, los archivos de los originales no premiados se destruirán.

Abril de 2012

viernes, 27 de abril de 2012

La Bella Rebelde


Venecia  1815,  durante el Carnaval

Una explosión de júbilo inundaba las calles de Venecia con motivo del comienzo del Carnaval. La ciudad se había engalanado para la ocasión, y para la llegada de aristócratas y personalidades de otras partes de Europa ávidos de diversión y placer. El carnaval representaba una vía de escape al control del gobierno veneciano, pero en aquellos días también lo era de la guerra que había asolado a Europa. Napoleón descansaba en Elba lo que significaba que las gentes podrían disfrutar de su más preciada fiesta: el carnaval. Durante la ocupación de la ciudad por parte de las tropas francesas, el carnaval había sido prohibido debido a las conspiraciones e intentos por derrocar al emperador. Ahora las autoridades venecianas habían consentido en rebajar el clima de peligro pese a que se temía una nueva intervención de Napoleón. No todos parecían estar dispuestos a olvidar las atrocidades cometidas por el “pequeño corso”
La música inundaba las calles aledañas a la Plaza San Marcos, donde en esos momento se había reunido una multitud envuelta en sus capas negras y con sus tocados y máscaras ocultando su verdadera identidad. Eso era el carnaval. Ocultarse bajo un disfraz para poder comportarse como alguien que no eres.
Un hombre vestido de color negro de los pies a la cabeza, salvo por su máscara de color blanco inmaculado, avanzaba con paso enérgico por el suelo empedrado mientras se confundía con las personas que danzaban a su alrededor. Tenía prisa por llegar al Palacio Ducal, donde había sido invitado por las autoridades venecianas. Le habían hecho llegar una tarjeta para que asistiera aquella misma noche al lugar indicado. Desconocía el motivo de su invitación, puesto que él no se consideraba como una autoridad, y muchos menos un aristócrata. Pero a fe que tenía intenciones de pasar una velada más que agradable en compañía de hermosas mujeres. Llegó al acceso principal la Porta della Carta donde la guardia le flanqueó el paso hacia el interior. Presentó la tarjeta de invitación recibida y todo fueron atenciones hacia él. El lujo lo rodeó al momento pero él sólo tenía su atención fija en el hombre que en esos momentos lo conducía hacia una especie de cámara privada. Al abrir la puerta se encontró con varios invitados charlando amistosamente en compañía de una copa de vino. Todos se habían desprendido de sus máscaras y mostraban sus rostros sin ningún tipo de reparo. El invitado hizo lo mismo toda vez que la puerta se cerró a sus espaldas. Avanzó despacio mientras sus zapatos sonaban sobre el suelo de mármol y sostenía su máscara en su mano derecha. Un hombre le pidió su bastón de paseo y su capa, que entregó de inmediato, aunque controlando en todo momento los movimientos de aquel .
-Signore Royston –dijo el gobernador acercándose a él con la mano tendida para estrecharla.
-Señor de Treveris –correspondió con gesto amable.- Caballeros –dijo después saludando al resto de personalidades allí reunidas.
Luigi Treveris era el representante del gobierno veneciano en aquella misteriosa reunión. Un hombre alto con un traje claro que ahora caminaba  junto Royston hacia la mesa donde aguardaban el resto de invitados.
-Caballeros, les presentó al señor Royston Elgin de quien lord Crawford ha tenido la amabilidad de hablarnos.
Royston lo miraba desconcertado en esos momentos. ¿A qué se estaba refiriendo? ¿Por qué lo habían mandado ir a Venecia y en mitad del carnaval? ¿Qué les había contado lord Crawford de él? Paseó su mirada por los rostros de los cuatro hombres allí congregados. Sólo uno de ellos le resultaba familiar, ya que pertenecía al gobierno británico, del cual él también formaba parte. Lord Crawford, un hombre de gran importancia en aquellos días. Muy allegado a Wellington y un gran conocedor de la política europea. No había tenido oportunidad de tratar con él de manera directa aunque si había oído hablar de él. El resto de personas le resultaron unas completas desconocidas.
-Le presento a Igor Zaporevich, representante del zar en esta reunión –le dijo introduciendo en la conversación a un hombre de cabellos y bigotes blancos con una mirada fiera. Éste estrechó la mano de Royston sintiendo su firmeza.- Este otro es el enviado de Prusia.- Un hombre de aspecto recio se cuadró delante de Royston haciendo sonar con determinación sus tacones mientras saludaba de forma marcial.- Y este último es nuestro agente infiltrado entre los seguidores de Napoleón.- Laurent Dufois.- Éste se limitó a asentir ligeramente con la cabeza a modo de saludo.- A lord Crawford supongo que ya lo conoce, o al menos ha oído hablar de sus hazañas políticas –concluyó señalando a éste.
-No soy ajeno a su destreza política.  Pero díganme, ahora que ya nos conocemos todos ¿por qué me han hecho venir hasta Venecia? Y en carnaval –exclamó sorprendido por ambos hechos.
-La explicación se la facilitará nuestro hombre, Dufois.
El tal Dufois se convirtió en el centro de atención de los allí presentes. Se aclaró la garganta en un par de ocasiones antes de hablar, y coger una carta que había desplegada sobre la mesa. Lanzó una mirada a ésta y después la fijo en Royston.
-Hemos interceptado a un espía francés que llevaba esta carta encima –comenzó diciendo tratando de captar la atención de todos, aunque en especial de Royston. Al comprobar que éste no decía nada siguió.- Resumiendo el contenido de la misiva baste decir que planean liberar a Napoleón de la isla de Elba.
Royston arqueó sus cejas al tiempo que una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro en clara señal de sorpresa por aquella noticia.
-¿Estáis seguro? –preguntó con sumo cuidado, como si no pareciera creerlo.
-La carta así lo dice –le explicó agitándola en alto para dejar constancia de ello- y además menciona que el espía francés se encontrará con un misterioso agente francés aquí en Venecia durante el carnaval.
-¡Qué coincidencia! ¿No creen?  –exclamó Royston.- ¿Y menciona con quien ha de encontrarse? –preguntó con un toque de curiosidad.
-La Belle Rebelle.
Hubo un momento de calma y silencio durante el cual ninguno se atrevió a decir nada.
-Mmm. La Belle Rebelle. Ese famoso agente francés a quien nadie jamás ha visto.  Lo saben ¿verdad?  Nadie jamás ha conseguido averiguar quién se esconde detrás de ese nombre –apuntó Royston mirando fijamente ahora a lord Crawford.
-Exacto. Nunca antes hemos conseguido atraparla.
Royston sonrió divertido.
-¿Por qué habla de ella en femenino? Nadie la ha visto jamás. No se sabe quién es, o si es un grupo de agentes de Napoleón. Yo no le otorgaría ningún género.
- Es una manera de referirnos, ya que la Belle Rebelle, o la Bella Rebelde si prefiere hace referencia a alguien del sexo femenino –se explicó lord Crawford.
Royston se quedó pensativo.
-¿Y cómo pretenden atraparla? Haciendo que el señor Dufois se haga pasar por el espía francés que entrará en contacto con la Belle Rebelle? –preguntó con gesto divertido.
Todos se miraron entre sí mientras esbozaban una sonrisa de complicidad. Fue Lord Crawford quien se dirigió a Royston.
-Lo que queremos de vos os hagáis pasar por el espía francés que nosotros hemos interceptado.
Royston lo miró por el rabillo de su ojo derecho mientras sopesaba esta opción. Luego esbozó una sonrisa irónica mientras caminaba con paso lento hacia el grupo de hombres.
-¿Es ese el motivo por el que estoy aquí y ahora? –preguntó con un tono burlón mientras hacía aspavientos con sus brazos señalando la sala.
-Así es –asintió Lord Crawford sereno.- Sois el mejor agente del gobierno británico. Sin duda vos sois quien mejor puede descubrir y detener a la Belle Rebelle.
Una nueva sonrisa se dibujó en su rostro mientras en su cabeza bullían mil y una respuestas que darles a aquellos hombres.
-Estáis muy seguro de que pueda lograrlo. Agradezco vuestra confianza. ¿Ha dicho algo interesante el espía? –inquirió con curiosidad aunque sabía de sobra que no habría abierto la boca.
Lord Crawford negó con la cabeza.
-No ha abierto la boca.
Royston comenzó a pasear por la habitación una vez más mientras sus manos se situaban detrás de él.
- Lo imaginaba –murmuró mientras permanecía con gesto dubitativo hasta que sorprendió a todos los presentes volviéndose hacia ellos de manera enérgica.- Está bien si no entiendo mal pretenden que me haga pasar por el contacto francés de la Belle Rebelle. Pero si ni siquiera sabemos quién es…
-Exacto. Usted es único en atrapar espías franceses –señaló el enviado del zar.
-Sí, pero sabiendo en todo momento la identidad de mi objetivo. Aquí andamos a ciegas. Y en Venecia y durante el carnaval. ¿Se hace una idea de la cantidad de gente que habrá en la ciudad durante esta semana? –le preguntó mirándolo como si no supiera qué estaba diciendo. – Por no mencionar que la Belle Rebelle aparecerá bajo algún disfraz. ¡Es una completa locura!
-Sabemos las dificultades que todo ello entraña, pero debemos saber cuándo y cómo piensan liberar a Napoleón –insistió lord Crawford.
-Cierto, pero para ello primero hay que descubrir a la Belle Rebelle –dijo dando la espalda a los allí reunidos en clara actitud de abandonar la reunión.
-¿Dónde vais ahora? –preguntó el señor de Treveris.
Royston se volvió con gesto divertido en su rostro, pero cínico al mismo tiempo.
-¡Caballeros, estamos en Venecia! ¡Es carnaval! Creo que iré a divertirme un poco –les respondió abriendo los brazos como si quisiera abarcar todo el salón en el que se encontraban.- Me han invitado a una de tantas fiestas que se celebran en Venecia.
-Pero… ¿y la Belle Rebelle? –preguntó lord Crawford confundido por su actitud.
-A estas horas estará seguramente divirtiéndose –les dijo sonriendo mientras se colocaba el sombrero. A continuación recogió la capa de manos de uno sirviente y se la echó sobre sus hombros para salir a la calle. Pero antes de marcharse se volvió hacia el grupo.- Por cierto, entregadme la carta, por favor –pidió a Dufois señalándolo con su bastón de paseo.- Tal vez haya algún tipo de mensaje oculto.
Los cuatro invitados lo miraron desaparecer, y luego tres pares de ojos inquisidores se posaron en lord Crawford.
-No se preocupen caballeros. Royston  nos entregará a la Belle Rebelle –les informó muy seguro de sus palabras mientras fijaba su mirada en la puerta por donde había salido su agente.

Royston caminó meditabundo durante un buen rato cavilando en todo lo sucedido y pensando cómo diablos iba a lograr hallar a la Belle Rebelle. ¿Cómo se conseguía atrapar a alguien a quien nunca has visto? ¿Por dónde empezaría? La fiesta en casa de Máximo prometía ser un buen comienzo a juzgar por la compañía que solía frecuentar su amigo. Tal vez él supiera algo. Con este pensamiento encaminó sus pasos de vuelta hacia la Plaza de San Marcos para dejarse arrastrar por el jolgorio del carnaval.



-¿Conocéis la identidad del agente francés? –preguntó el estirado hombre con fino bigote mientras entornaba la mirada hacia la dama, que permanecía sentada frente a él en el asiento del interior del carruaje. Éste se abría paso con gran lentitud hacia la casa a la que habían sido invitados con motivo del Carnaval.
-No. No tengo la más remota idea de quién puede ser –le respondió sin modificar el gesto de su rostro ni un ápice.
-Pero… en ese caso. ¿Cómo lo encontraréis? –le preguntó contrariado por este hecho mientras se inclinaba hacia adelante para poder observar con detenimiento el bello rostro de su compañera.
- En la carta que le envié está la clave. Me aseguraron que él conoce Venecia así como este palacio, y que no le sería difícil descifrarla –le dijo muy segura de sus palabras.
El coche se detuvo de repente en medio del gentío, al tiempo que la música y la algarabía, lo envolvían en una atmósfera de diversión. El hombre asomó su cabeza por la ventana para comprobar que efectivamente habían llegado al lugar indicado: el palacio de los Clemenza.
-Aquí es –le informó volviendo la mirada hacia la mujer mientras observaba como ésta se cubría su hermoso rostro con una máscara de fantasía en tonos dorados. Luego cubría sus cobrizos cabellos con la capucha de su capa y procedía a salir del carruaje. El cochero abrió la puerta y deslizó los dos peldaños para que ella pudiera apearse con comodidad del carruaje. La elegancia de sus ropajes junto con sus delicados modales, daban la impresión de que se tratara de una mujer perteneciente a la aristocracia veneciana. Aguardó a que su acompañante ocultara su rostro bajo la máscara y se pusiera su sombrero. Después caminaron juntos hacia la puerta del palacio de los Clemenza.
-Confío en que todo este asunto se resuelva lo antes posible –susurró el hombre mientras caminaba junto a la mujer, quien por su parte no respondió, pero si no hubiera llevado la máscara podría haberla visto sonreír.


Royston penetró en la casa de su amigo guiado por uno de sus sirvientes. Había decenas de personas, charlando, bebiendo y bailando por la casa. De inmediato fue conducido hasta el salón privado donde encontró a su amigo Máximo en agradable compañía. Dos hermosas mujeres se sentaban en esos momentos sobre sus rodillas mientras ofrecían sus galanteos. Al verlo, Royson sonrió de manera socarrona. Máximo por su parte a penas si le prestó atención y sólo cuando éste estuvo delante de él fueron las dos mujeres las que fijaron sus miradas en él.
-¡Roy! –exclamó sonriendo mientras trataba de incorporarse. Palmeó a las dos muchachas en el trasero de manera divertida al tiempo que éstas sonreían de manera pícara. –Podéis retiraros.
Pero una de ellas parecía sentir un especial interés por Roy. Se acercó hasta él con paso lento mientras sus ojos chispeaban y se llevaba su dedo a los labios de manera insinuante. Sonreía divertida mientras dejaba que su cuerpo se rozara con el de Royston. Éste la contempló en silencio mientras en su rostro  se trazaba una sonrisa burlona.
-¿Quieres que me quede? –le preguntó la hermosa muchacha de cabellos negros.
Royston cogió su mano y llevándola hasta sus labios depositó un cálido beso mientras su mirada se clavaba fijamente en la de la bella mujer.
-En otro momento.
La mujer hizo un mohín con sus labios en claro gesto de fastidio y abandonó la sala junto con su compañero.
- ¿Cuándo has llegado? –le preguntó Máximo cuando estuvieron a solas.
-Ahora mismo. ¿No me ves? –le respondió abriendo sus brazos para recibir a su amigo.
Máximo era un joven acaudalado de Venecia. Libertino, pendenciero y mujeriego.
-Pero ven –le dijo acercándose hasta una mesa donde aguardaban varias botellas de vino abiertas. Cogió una de ellas y vertió una cantidad exorbitada de buen vino en una copa de cristal que tendió a su amigo.
-Por los viejos tiempos –dijo Roy alzando la copa para brindar y luego sorber un buen trago. – Las cosas marchan bien ¿eh? ¿Quiénes eran? –le preguntó haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la puerta, por la que acababan de salir las dos muchachas.
Máximo sonrió cínicamente mientras bebía de su copa.
-Viejas amistades –le respondió sin darle la menor importancia a este hecho.- Si tienes interés en Lucinda puedo pedirle que te acompañe después –le dijo con toda intención. Al ver el poco interés de su amigo lo dejó pasar- Tu repentina carta me sorprendió así que dime, ¿qué haces en Venecia? –le dijo sentándose mientras lo señalaba con él índice.
- Estoy de servicio. Me han mandado llamar para localizar y apresar a un espía francés –le dijo sin más preámbulo. Podía confiar en Máximo y por ello no tenía reparos en contarle abiertamente lo que sucedía.
-¿Espía francés? –repitió Máximo sin salir de su asombro.- ¿Qué quieres decir exactamente con apresar?
Roy miró a su amigo y esbozó una sonrisa mientras alzaba la copa en alto para  dejar que la luz de las velas la iluminara y permitiera ver su contenido.
-Corre el rumor de que intentarán libertar a Napoleón de la isla de Elba.
Máximo escuchaba en silencio mientras miraba a su amigo de reojo.
-¿Lo dices en serio?
-Tan en serio como que he venido a Venecia para evitarlo.
-Pero es imposible escapar de Elba –le hizo ver Máximo a su amigo. Pero al ver el gesto de seriedad en su rostro comprendió que no era una broma- ¿Hay entonces un complot para liberar al emperador? –le preguntó con preocupación en su voz.
- Napoleón cuenta con infinidad de seguidores. No es una locura del todo intentarlo.
-Si eso sucediera, me refiero a que si Napoleón volviera a Francia…
-Por eso debo impedir que ese hecho se produzca.
- Pero ¿cómo? ¿Acaso sabes cómo se va a producir?
-Lo único que tengo es esta nota –le dijo extrayéndola del bolsillo de su chaqueta.- El hombre al que se la encontraron no ha dicho nada.
Máximo tomó la nota en su mano y la leyó.
-Mmm las instrucciones no parecen muy claras aunque… -se mantuvo pensativo durante unos segundos en los que parecía estar dándole vueltas al contenido.
-¿Consigues descifrar el mensaje? –le preguntó Roy intrigado.
- Parece ser que el prisionero va a encontrarse con un agente francés aquí en Venecia y durante el Carnaval, eso es obvio.
-Ya lo sé. Pero ¿hay algo más? –preguntó impaciente Roy.- He venido a ti porque aparte de ser mi amigo, siempre se te han dado bien descifrar mensajes.
-El lugar no está muy claro y luego está la palabra “clemencia” que no sé muy bien que tiene que ver aquí. Déjame pensar un momento…-le pidió mientras fruncía el ceño e intentaba asociar aquella palabra que no casaba con el resto de la carta.- ¡El palacio Clemenza!
-¿Existe un palacio con ese nombre?
-Sin duda. Es el lugar donde se celebra el más fastuoso carnaval de la ciudad.
-Eso significa que nuestro agente acudirá a esa fiesta. Pero aún así no sabemos de quién se trata. ¿Un hombre o una mujer? Una vez en el palacio Clemenza, ¿a quién buscaremos?
-“Cuando el día exhale su último suspiro junto al espejo enmarcado en piedra buscad el favor del águila” –recitó Máximo.
-¿Te dice algo ese enigma?
Máximo sacudió la cabeza. No era capaz de descifrar aquel mensaje.
-Desconozco en estos momentos su significado. Cuando el día exhale su último suspiro, puede ser la medianoche.
- ¿Y el espejo?
-Tal vez alguna sala del palacio contenga uno.
-Entonces habría que ir y averiguarlo. Buscar un espejo con un marco de piedra.
-¿Y el favor del águila? –preguntó Máximo sin encontrar sentido a aquellas palabras.
-¿Un adorno con esa forma? Pudiera ser que el espejo se encuentre dentro de un marco con forma de águila. En cualquier caso deberíamos apresurarnos e ir al palacio Clemenza para iniciar nuestra investigación.
Máximo resopló mientras se preparaba para arreglarse y acompañar a su amigo.
-¿Y qué pasa si me he equivocado al descifrar el mensaje? –le preguntó deteniéndose delante de Roy.
-Tú no tienes por costumbre equivocarte –le dijo palmeándole en la espalda.- Apresúrate.

La fiesta en el palacio de los Clemenza estaba en todo su apogeo y esplendor mientras la hermosa mujer se deslizaba con elegancia por las diversas habitaciones y cámaras. Seguida de cerca por el hombre de fino bigote.
-Se os nota inquieta.
-Tan solo quiero que pase el tiempo para poder encontrar a mi confidente.
El hombre no dijo nada si no que se limitó a seguirla como si fuera su propia sombra.
En ese mismo instante, Royston y Máximo hacían su entrada en la casa. Saludaron a los lacayos que había en la puerta y se colaron en el interior.
-¿Por dónde empezamos? –preguntó Máximo caminando sin dirección.
-De momento echaremos un vistazo a toda la casa. Esto me estorba –dijo quitándose la máscara para poder ver mejor. La guardó en un bolsillo interior de su capa y procedió a inspeccionar el palacio de los Clemenza.
La gente bailaba ataviada con sus fastuosos trajes y joyas. Algunos estaban más centrados en beber o simplemente en charlar. Royston deambuló por toda la casa en busca de un espejo que se ajustara a la descripción de la nota.
-¿Buscáis algo? –le preguntó una voz de mujer amortiguada por la máscara que cubría su rostro.
Royston se volvió para enfrentarse a ella. La miró contrariado por aquella pregunta y después su mirada la recorrió de los pies a la cabeza.  Lucía un tocado de pedrería que parecía más brillante cuando la luz le caía de plano. Su mirada fue descendiendo por la máscara que cubría su rostro. Era blanca con los ojos y los labios perfilados en dorado mostrando una sonrisa enigmática. Siguió bajando hasta que sus ojos fueron prisioneros de aquel voluptuoso escote de piel suave y blanca sobre el que reposaba una figurita con forma de pájaro. Entrecerró sus ojos para verlo mejor pero la mujer se lo impidió ocultándolo con su máscara una de la que llevaban un soporte para sujetarla con la mano.
-Sois algo atrevido al mirar de esa manera tan descarada a una dama –le espetó furiosa mientras sus ojos verdes brillaban con una mezcla de rabia pero de agrado a la vez.
Royston se fijó ahora en aquel rostro de trazos finos que mostraba su enojo por la situación. Su ojos lo atrajeron en demasía, pero fueron su labios color del coral quienes captaron por completo su atención. Sonrió como un cínico pensando que si se había enojado porque su mirada se hubiera detenido más de la cuenta en su pronunciado escote, ¿qué haría si la besara allí mismo delante de todos?
-Me ha llamado la atención vuestro adorno. Aunque claro imagino que no me vais a creer.
-Sois algo descarado –le interrumpió encarándose con él mientras un tirabuzón rebelde escapaba del cautiverio de las horquillas y ahora flotaba libre junto a su mejilla encarnada.
Roy se extendió su mano hacia éste y tras capturarlo con dos dedos lo devolvió a su lugar con exquisita delicadeza. La mujer sintió un estremecimiento leve en su cuerpo cuando sintió los dedos de Roy acariciando levemente su mejilla. Ahora sus bocas estaban separadas por escasos centímetros y el aroma de su perfume lo envolvía peligrosamente. Roy sonrió burlón mientras se apartaba ligeramente. Por un instante su mirada se fijó en un hombre alto y delgado de fino bigote que se situaba en todo momento junto a la mujer.
-En ese caso os pido disculpas, siempre que me digáis vuestro nombre –le dijo con un tono de voz bajo.
La mujer entrecerró sus ojos como si fuera a fulminarlo allí mismo, pero el atractivo de éste se lo impedía.
-¿Por qué deberías decíroslo? –le preguntó apartándose de él para contemplarlo de cuerpo entero.
-Porque así podré pediros disculpas de manera apropiada.
La mujer sonrió divertida.
-No sois más que un bufón. Dejadme pasar –le dijo con autoridad mientras Roy la interceptaba.
-Volveremos a vernos –le susurró mientras clavaba su mirada en la de ella con intensidad y sentía que la sangre le hervía.

La vio alejarse mientras miraba por encima de su hombro y sonreía con picardía. La mujer se alejó con la máscara en la mano, sin preocuparse por ocultar su identidad. Máximo se apoyó en la pared mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y emitía una tonadilla.
-A decir verdad es una belleza de mujer, aunque algo arisca, ¿no crees? –le preguntó a Royston mientras éste no dejaba de verla alejarse.- Veo que te muestras interesado en ella.
-Mmmh Estaba pensando en la figurita que llevaba en la cadena y que descansaba en su escote.
-¿Seguro? –le preguntó sin creerlo del todo.- Yo creo más bien que te has fijado en sus prominentes atributos más que en la cadenita que pendía de su cuello.
-Era un águila –dijo mirando a Máximo con detenimiento.
- Estás insinuando que…
-“Buscad el favor del águila”, ¿recuerdas? –le comentó a Máximo citando la frase clave de la carta.
Máximo sonrió divertido mientras se acercaba a su amigo.
-Sí, sí. Ya sé qué favor buscas en esa mujer –le dijo con toda intención.- Anda vamos a por una copa de vino.
Roy arqueó sus cejas en clara señal de sorpresa pero accedió a la invitación de Máximo mientras en su cabeza seguía dándole vueltas a la efigie del águila en el escote de aquella hermosa mujer.


-Será mejor que os calméis –le dijo el hombre del fino  bigote a la mujer mientras se alejaban de Roy.- Ahora debéis centraros en vuestra misión.
La mujer ni siquiera dijo una palabra, o hizo un gesto. Caminó entre los invitados hasta un rincón apartado donde poder calmarse. Su respiración se había agitado debido a la presencia de aquel hombre, y su manera de mirarla. Tan directa. Tan explícita. En un gesto involuntario dejó que su mano se posara sobre el escote de su vestido donde descansaba el diminuto colgante en forma de águila de oro. ¿Era verdad lo que le había dicho acerca de que se había fijado en éste? No lo creía. Sabía perfectamente lo que aquel hombre estaba mirando. Se mordió el labio inferior en clara señal de preocupación y cierta desconfianza. ¿Había dicho aquello por algún motivo en especial?
-¿Puedo ofreceros una copa de vino? –le preguntó el hombre preocupado en todo momento por el bienestar de la mujer.
Ella sacudió la cabeza en sentido negativo. No tenía ganas de beber nada, tan solo seguía obcecada en rememorar lo ocurrido. ¿Habría sido fruto del azar haberse tropezado con aquel hombre, o estaba todo preparado? ¿Y si él fuese el agente de Napoleón y por ello hubiera preguntado por  el águila? Pero no estaban en el lugar indicado en la carta. Ni eran más de las doce. Así que definitivamente él no tenía nada que ver con su presencia allí en aquella fiesta.

Royston y Máximo continuaron recorriendo la casa en busca de un espejo con marco de piedra. Cada habitación que visitaban y cada salón en el que entraban les parecían idénticos. Pero el afán de Royston por encontrar el mencionado espejo no decrecía pese a todo. O tal vez fueran sus ganas de volver a encontrarse con la mujer. Debía admitir que el hecho de que llevara un águila pendiendo de una fina cadenita no se le había ido de su mente. Es más aún pensaba que ella tenía algo que ver en todo aquel asunto.
-Dime una cosa Royston –le dijo Máximo captando la atención de su amigo, quien desvió su mirada de las personas a las que fijamente parecía estar escrutando para fijarla en la de su amigo.- ¿No la estarás buscando a ella?.
-No –respondió de manera tajante y rotunda mientras su mirada se volvía fría.
-Por tu manera de moverte por el palacio debería decir que pareciera que la buscaras a ella más que dedicarte a resolver el misterio –le comentó con toda intención buscando la reacción de su amigo.
-Lo único que ahora me interesa es dar con el agente de Napoleón. Entregarlo a Lord Crawford y después divertirme durante toda la semana. Eso es lo único que me preocupa.
- Se te ha pasado por la cabeza que ella pudiera ser...
- Sí, claro que se me ha pasado –le dijo con un tono que dejaba entrever cierta preocupación.- Ya te he comentado lo del águila...
-¿Y qué harías en ese caso? –le preguntó mientras el gesto de su rostro se tornaba pensativo.
Royston miró fijamente a su amigo. Aquella pregunta no había querido hacérsela él mismo porque sabía el dilema en el que se vería. Echó un vistazo al reloj y comprobó lo rápido que estaba pasando el tiempo.
-Ya casi es media noche –comentó algo alarmado por este hecho.
-Y no hemos encontrado la solución al “espejo enmarcado en piedra” –apuntó Máximo.- Pero ¿dónde está?
Royston sacudió su cabeza confundido por todo esto.
-No debí aceptar el encargo.
-Oh, vamos. Nunca ha desistido en estos asuntos por muy complicados que hayan sido. ¿Recuerdas a aquella trama que desentrañaste para acabar con el duque de Suffolk? Oh, venga amigo. Eres el mejor agente del gobierno británico.
-Necesito aire. Voy a dar un paseo por el jardín. Si te enteras de algo házmelo saber.
-Descuida.
Royston salió al jardín que circundaba el Palacio Clemenza en busca de aire pero también buscaba aclarar sus pensamientos algo enmarañados desde que ella había aparecido. Se dio cuenta que al final ella se había marchado sin decirle su nombre. Sonrió burlón y divertido por este hecho mientras avanzaba por el camino de losetas claras. La noche estaba en calma, la luna aparecía ahora en lo más alto de un cielo despejado. El aroma de los jazmines impregnaba todo el paseo al final del cual se vislumbraba una pequeña fuente de la que manaba un chorro de agua. La música de la  orquesta contratada para la ocasión flotaba en el ambiente entremezclándose con las risas de los invitados. ¡El carnaval en su máximo apogeo!
Siguió caminando absorto en sus pensamientos y por ello no la vio hasta que casi estuvo delante de ella. Permanecía de espaldas a él con sus cabellos recogidos a excepción de varios mechones que flotaban libres mecidos por el ligero viento nocturno. Era ella. ¡Sí!  Pero, ¿qué hacía allí? Rápidamente buscó con su mirada a su acompañante, pero no lo vio por ningún lugar. Se detuvo de inmediato para contemplarla en silencio justo en el momento en el que ella se volvió al escuchar sus pasos acercarse. Se sobresaltó al reconocerlo, y Royston fingió que no la había reconocido y por eso se quedó petrificado ante aquella imagen. No sabía qué decir o que hacer. Sólo deseaba que ella no se desvaneciera en la noche como si fuera una imagen proyectada por su imaginación. Percibió que sus ojos refulgían con una intensidad jamás antes vista en una mujer.  Su mejillas se tiñeron al momento mostrando su estado de agitación y nerviosismo. ¿Tal vez por volverlo a ver? ¿Tal vez porqué había interrumpido algo? ¿Una cita clandestina? ¿Una... reunión de estado? se preguntó midiendo el sentido y significado de sus palabras. La mujer lo contemplaba ahora con curiosidad mientras lo veía avanzar despacio en su dirección. ¿Sería aquel engreído su contacto para salvar al emperador? No, aquel descarado hombre no podía ser alguien que confabulaba para liberar a Napoleón de su cautiverio de la isla de Elba. Aquel no era más que un libertino en busca de una presa que llevara a sus habitaciones para pasar la noche. Lo observaba con calma estudiando cada uno de sus gestos, de sus movimientos tratando de vislumbrar algún detalle que le indicara quien era y qué hacía allí a esas horas. Sintió como su respiración se agitaba ante su cercanía.
-Sois toda una aparición –le dijo cuando estuvo junto a ella.
-¿Qué hacéis aquí? –le preguntó con cierto tono de reproche mientras entrecerraba sus ojos escrutando su rostro. Debía liberarse de él a toda costa no fuera a aparecer su contacto y se marchara al verla en su compañía.
Royston la contemplaba mientras ella se apoyaba levemente sobre el borde de piedra de la fuente. Por un instante su mirada se quedó fija en la de ella sin saber qué decirle. Tal vez la intensidad con la que ella lo contemplaba lo estaba intimidando. O tal vez fuera que por primera vez una mujer lo dejaba sin palabras.
-Salí a dar un paseo. ¿Y vos?
-Sentía necesidad de respirar aire –mintió pues ese no era su verdadero motivo. Evitó en todo momento su mirada buscando tras él la aparición de su cita. Royston se percató de este hecho.
-¿Esperáis a alguien? –le preguntó captando de nuevo la atención de aquella mirada tan enigmática.
-¿Qué os hace pensar en ello? –le preguntó picada por la curiosidad de aquella pregunta. Ahora entornaba su mirada mientras pensaba una vez más si él sería su contacto.
-A juzgar por la inquietud que mostráis, yo diría que en verdad esperáis a alguien –le aclaró sonriendo de manera cínica.- ¿Una cita tal vez? –le preguntó mientras el rostro de ella parecía más risueño. Como si aquella pregunta le provocara diversión y le causara risa.- ¿Vuestro esposo? –insistió observando como ella sonreía burlona por aquella pregunta.- Ah entonces un amante –apuntó Royston señalándola con su dedo mientras ella sonreía abiertamente por aquellos comentarios tan fantásticos.
-A quien yo espere no es de vuestra incumbencia. Y ahora os pediría que me dejaseis sola –le dijo con cierto desdén en el tono de su voz mientras volvía el rostro hacia los parterres.
- Cierto. Luego es verdad que esperáis a alguien –le dijo mientras se apoyaba sobre el borde de la fuente de piedra y la observaba caminar sin alejarse del lugar.
Ella se sentía confundida por todo los acontecimientos que se estaban desarrollando esa noche. La presencia de aquel hombre, atractivo por otra parte, la ponía nerviosa y la enfurecía porque pensaba que lo único que buscaba era seducirla. Y mientras él estuviera allí su misión estaría destinada al fracaso. De manera que se volvió decidida hacia él en un intento por ahuyentarlo.
-Es verdad –comenzó diciendo mientras inspiraba y lo miraba fijamente.- He quedado con alguien en este lugar y si no os marcháis...
-Lo sabía –asintió Royston agitando su dedo en dirección a ella.
-Bien entonces espero que seáis un caballero y que me dejéis sola –le pidió mientras caminaba hacia el otro extremo de la fuente.
Royston de quedó pensativo. Era cierto que tenía una cita en aquel lugar. Era media noche, estaban solos y una locura se cruzó por su mente. Sólo había una manera de saber si era ella la persona que estaba buscando. Una corazonada le dijo que lo intentara. Se incorporó del borde la fuente apoyando sus manos sobre éste y entonces se detuvo. Su mirada cayó de plano sobre ésta y después sobre las cristalinas aguas. Vio el reflejo de ella nítido como si de un espejo se tratara. Luego fue consciente de la rugosidad de la piedra bajo las palmas de su manos. La miró con decisión mientras comenzaba
- Cuando el día exhale su último suspiro junto al espejo enmarcado en piedra buscad el favor del águila –recitó lentamente dejando que las palabras flotaran en el aire para que se deslizaran hacia los oídos de ella.
Aguardó pacientemente su reacción. La mujer se quedó paralizada. No era capaz de mover ni un solo músculo. Aquellas palabras. Aquellas palabras eran la clave para reunirse con el hombre que...Lentamente movió la cabeza en dirección a Royston siendo consciente de lo que acababa de escuchar de sus labios. Entornó sus ojos verdes para clavarlos en los de él y comprobar si aquello era una nueva treta suya para halagarla. Pero no podía serlo puesto que sólo ella y su contacto conocían el significado de aquellas palabras. Sintió que su corazón se aceleraba por momentos en lo cuales no sabía como reaccionar. Su sangre fría demostrada en otras situaciones como aquella no parecía estar dando resultado. Y todo porque...
-¿Qué habéis dicho? –le preguntó con cautela, midiendo sus palabras en todo momento mientras entrecerraba sus ojos escrutando su rostro.
- Cuando el día exhale su último suspiro junto al espejo enmarcado en piedra buscad el favor del águila –repitió con toda intención puesto que acababa de darse cuenta que todo parecía indicar que ella era la persona que andaba buscando. Y de pronto un sudor frío recorrió su espalda.
Se acercó a él lentamente midiendo cada uno de sus pasos. No podía fiarse del todo. Podría tratarse de una trampa. Ahora estaba a escasos dos pasos de él sintiendo su intensa mirada sobre ella. Intimidándola en ciertos momentos. Provocándole mil y un sentimientos encontrados.
-¡Venid por aquí! ¡Por aquí deben de estar! –dijeron varias voces.
-¿Dices que el prisionero por fin habló?-preguntó otra voz.
-Sí, sí. Finalmente nos rebeló el lugar donde se encontraría con el espía francés.
Royston la miró fijamente un solo instante. Luego la atrajo hacia él con una mezcla de fuerza y determinación que la sorprendieron por completo. La arrastró hacia un rincón cubierto de setos altos para que no pudieran verlos. Sentía su cuerpo delicado sobre el de él. Pareciera que la fuerza de su cuerpo fuera a cortarle la respiración de un momento a otro. Un rayo de luz se abrió paso entre las ramas de los árboles mostrando el rostro de ella con una claridad jamás antes vista. Royston se inclinó sobre sus labios y la besó con urgencia, con deseo mientras la estrechaba con fuerza contra su cuerpo. El beso fue correspondido de manera inusitada y pronto Royston sitió la suavidad de los labios de la espía sobre los suyos. Sus manos aferrándose a sus brazos para sujetarse mientras una ola devastadora de pasión inundaba todo.
-Vaya, mirad una pareja de tortolitos –dijo alguien en claro sentido de chanza mientras pasaban de largo.
-Sigamos buscando –dijo otra voz
Siguieron entrelazados besándose aún después de que el grupo se hubiera marchado. Como si ambos desearan que aquel beso no terminara nunca. Que se prolongara hasta el amanecer y más allá aún. Cuando por fin se separaron Royston enmarcó el rostro de ella entre sus manos.
-¿Me diréis vuestro nombre ahora? –le preguntó en un susurro mientras contemplaba su rostro y sus labios sonrosados. Sus pupilas parecían dilatadas y más luminosas que antes.
- Claire –respondió en un susurro.
-Claire –repitió él susurrando su nombre con ternura.- Es mejor abandonar el palacio cuanto antes.
-¿Sois entonces un agente francés? –le preguntó recelando aún de lo sucedido, y de la identidad de él.
Royston no dijo nada. Simplemente se limitó a asentir levemente mientras cerraba sus ojos como si no quisiera ser testigo de la mentira.
-Necesitamos abandonar la casa. ¿Y vuestro hombre?
-No os preocupéis por Laurent. Sabe cuidarse. ¿Y el vuestro?
-Él también sabe cuidarse.
-En ese caso sería conveniente abandonar el palacio cuanto antes. Iremos a mi casa en Venecia.
-No –dijo Royston muy seguro mientras ella lo miraba sin comprender su negativa.- Es mejor que vayamos a un lugar más seguro.
-¿Vuestra casa? –le preguntó arqueando con malicia su ceja derecha dejando claro que no jugaría a su juego.
-Tampoco. Alguien podría sospechar de mi y acudir a registrarla –mintió mientras pensaba en llevarla a sus alojamientos cerca de la Plaza de San Marcos.
Claire se quedó pensativa durante unos instantes mientras observaba el rostro de Royston con detenimiento. Era atractivo, sus cabellos negros caían revueltos sobre su frente mientras sus ojos grises parecían mostrarle confianza. Recordó por un momento su manera de abrazarla, de estrecharla contra su cuerpo y su beso apasionado al que ella no había sido ajena.
-En ese caso será mejor que nos marchemos. Tenemos asuntos que tratar cuanto antes –sugirió Claire mientras recomponía sus cabellos hasta que sintió las manos de Royston sobre las suyas.
-Dejaros el cabello suelto. Os favorece –le dijo mientras esgrimía una sonrisa seductora que sorprendió a Claire. Agradecida por el cumplido sonrió.
-Desconocía esta faceta en los espías –le dijo sonriendo burlona mientras pasaba a su lado. Se volvió sin embargo mirándolo por encima del hombro para comprobar que la seguía.- Aún no sé vuestro nombre.
-Sebastien –respondió con el primer nombre que vino a su mente.
-Bien Sebastien. Es hora de partir –le dijo cubriendo su rostro con su máscara.-Sería conveniente cubriros con la máscara.
Royston sonrió y siguió su consejo.
Abandonaron el jardín en dirección al palacio. Se mezclaron con todos los invitados sin intercambiar ni una sola palabra. Pero Royston logró pasar cerca de Máximo. Éste no dio muestras de haberlo visto aunque en el fondo sabía que se acercaría hasta él. Una leve inclinación de cabeza por parte de Royston bastó para que Máximo comprendiera cual era la situación. Aún así deslizó su anillo en su mano al pasar. Sabia lo que aquello significaba.
Claire abandonó el palacio en compañía de Royston. Su hombre sabía perfectamente lo que tenía que hacer una vez que ella hubiera contactado con el agente francés. Desaparecería del palacio y de Venecia al día siguiente sin dejar rastro.
Caminaron por las calles hasta llegar al embarcadero. Royston susurró algo al gondolero. Se acomodaron en los asientos aterciopelados sintiendo cada uno el roce del cuerpo de su acompañante. Royston volvió el rostro para contemplarla una vez más mientras ella seguía mirando al frente, a la oscuridad de la noche iluminada por una especie de luciérnagas en forma de faroles encendidos.


Royston la condujo hasta una casa apartada del centro de Venecia. No le dijo que era  en realidad la de su amigo Máximo. Penetraron en un patio amplio que conducía a la puerta principal de la casa. Royston la abrió extrayendo una llave del interior de su capa y después dejó pasar a Claire a su interior. Máximo había dado orden a los criados de marcharse al carnaval de modo que la casa se encontraba vacía.  Claire se quedó quieta mientras aguardaba que él entrara y encendiera alguna vela. Royston cogió un candelabro con cinco brazos y tras proceder a encenderlo condujo a Claire hacia una habitación con sillones forrados en terciopelo rojo y una chimenea hecha toda en mármol, donde ahora Royston encendía un fuego para calentar la estancia. Claire lo miraba hacer con gran destreza mientras una sensación extraña la invadía por dentro. ¿Qué clase de hombre era?
Royston se incorporó cuando comprobó que el fuego crepitaba y las llamas comenzaban a crecer devorando la madera. Se volvió hacia Claire, cuyo rostro y cabellos ahora parecían relumbrar más debido a la luz que arrojaban las llamas.
- ¿Vino? –le preguntó cogiendo dos copas y una botella de un mueble que había junto a la chimenea.
-Si. No vendrá mal para entrar en calor.
-No te preocupes. La habitación pronto será más acogedora.
Claire se sentó en uno de los sillones sin apartar la mirada de Royston mientras aguardaba a que él comenzara a hablar. Éste se apoyó sobre la repisa de la chimenea sintiendo el calor del fuego mientras sorbía un trago de vino y su mirada quedaba fija en la mujer encargada de libertar a Napoleón de Elba.
-Así que tú eres la famosa Belle Rebelle –comenzó diciéndole mientras la miraba con curiosidad.- El escurridizo espía francés que trae en jaque a todas las naciones de Europa.
Claire sonrió complacida por el cumplido.
-Aunque no sabía que dicha espía fuera tan hermosa. Haces honor a tu sobrenombre la “Bella Rebelde” –le dijo alzando la copa en su honor antes de beber de ésta.
-¿Vas a mostrarte igual de engreído que en nuestro primer encuentro? –le preguntó con un toque de sarcasmo en su voz.
-No. No hace falta. Es más, de haber sabido que eras tú no lo habría hecho. Imagino que tendrás una imagen de mi...
-No eres más que un libertino seductor. Da igual que yo sea quien soy, ¿has olvidado la escena del jardín? –le recordó mientras lo miraba por el borde de su copa y Royston sonreía.- Fue una casualidad que dijeras las palabras adecuadas en el momento oportuno.
-Cierto. Estaba algo confundido con aquel misterioso acertijo –le dijo restando importancia.
Claire se quedó mirándolo en silencio y asombrada por su confesión. Juraría que él conocía perfectamente el lugar donde deberían encontrarse puesto que conocía el palacio de Clemenza. ¿Por qué había dicho ahora esto?
Royston se acercó a ella avanzando lentamente sobre la mullida alfombra de tonos ocre y verde hasta situarse a escasos pasos de ella. Podía aspirar su aroma, podía sentir su respiración y como el pulso le latía en el cuello. Deseó posar sus labios allí mismo y dejarlos resbalar lentamente por la curva hasta su hombro trazando su contorno. Claire lo contemplaba de manera enigmática observando cada movimiento mientras en su interior el deseo de tenerlo a su lado era cada vez mayor.
- Dime, ¿qué beneficio sacas tú de liberar al emperador?
La pregunta la cogió desprevenida. No lo esperaba ya que el beneficio sería el mismo para ambos. Sonrió confundida pero respondió.
-Si el emperador regresa a Francia pronto volverá a restaurar su poder y su hegemonía sobre Europa.
-Cierto en lo primero –puntualizó Royston volviendo hacia la chimenea para dejar la copa sobre la repisa. Se volvió con sus brazos cruzados sobre su pecho sin apartar la mirada de ella. Claire lo observó confundida por aquella afirmación.- Y en desacuerdo en lo segundo.
-No te comprendo –puntualizo tuteándolo por primera vez.
-No creo que el emperador pueda recuperar la hegemonía en Europa con las alianzas que se están formando.
-¿Crees que el emperador es ajeno a ello? -le preguntó Claire con un tono de molestia en su voz como si mostrara su desacuerdo con Royston.
-Desconozco la información que el emperador posee. Pero si te digo que libertarlo podría ser su derrota definitiva.
Claire lo miró confundida por aquellas palabras. Pareciera que él no estuviera a favor de liberar a Napoleón sino de todo lo contrario. Por un momento se sintió traicionada por haber permitido que la besara momentos antes. Y sintió rabia por haberse permitido la licencia de pensar en él como mujer y no como espía. Royston comprendió que la situación podría escapar a su control si no la reconducía. Tal vez el hecho de haberse mostrado tan radical en sus palabras pudiera hacer que ella desconfiara.
-Dime, ¿has venido solo a Venecia? –le preguntó cambiando el tema mientras se veía como se acercaba hasta ella y se sentaba a su lado. -Ya escuchaste a los hombres. El prisionero había confesado –le recordó Claire apoyando su brazo en el sillón y quedando de lado a Royston.-¿Venía contigo?
-Sí  –le respondió volviéndose para quedarse mirándola de manera fija e intensa mientras en su mente sabía a quien se estaban refiriendo. ¿Tal vez el verdadero agente francés había confesado finalmente? Pero, ¿por qué habían acudido a detenerlos? Podrían haber buscado la manera de informarle. No le quedaba nada claro lo que estaba sucediendo. Ahora debería improvisar sobre la marcha y parecer convincente a ojos de Claire o todo se vendría abajo.- Vinimos juntos desde Bélgica.
-¿Y cuando lo apresaron? –le preguntó alarmada por aquel contratiempo.- ¿Por qué no me lo dijiste?
-No lo sé. Nos separamos al llegar a Venecia. Yo fui en busca de mi amigo y no he vuelto a saber de él.
-¿Y el hombre que te acompañaba esta noche pudo haberlo delatado? –inquirió Claire temiendo que algo raro sucedía ya que la misteriosa aparición de Royston en la fiesta y su historia tan atropellada no parecía tenerse en pie.
-Mi contacto en Venecia. Un viejo amigo.
-¿Confías en él?
Royston se incorporó hasta quedar sentado de frente a ella mientras se empapaba en su belleza. Su pecho subía y bajaba de manera agitada tal vez por la situación vivida aquella noche, pensó Royston mientras sentía la necesidad de volverla a besar.
-Claro que confío en él.
“Es en mi en quien no confío porque estoy a punto de cometer una auténtica locura”, se dijo.
-Pero dime, ¿cómo planeáis liberar al emperador? Elba es prácticamente inexpugnable.
-Hemos sobornado a varios hombres para que lo hagan.
-¿Son de confianza?
-Son leales al emperador. Con eso nos basta –respondió Claire quien por primera vez comenzaba a confiar en Royston ante su interés por la misión.
-¿Cuándo se producirá dicha fuga?
-En cuanto todo esté más calmado. Hay rumores acerca de que queremos libertarlo. Es por ello que sería conveniente dejar pasar unas semanas antes de poner todo en marcha. Me dijeron que me entregarías el plano de la isla y los accesos –le recordó Claire confiada en que Royston se los daría.
Éste la miró confundido por este hecho. ¡No le habían dicho nada a este respecto! Debería idear algo rápidamente o ella sospecharía.
-¡Maldita sea! Los tenía el hombre que apresaron –dijo apretando los dientes como si en verdad estuviera enfurecido por este hecho.
Claire se quedó muda una vez más ante las explicaciones de Royston. Cada vez estaba más segura que había algo extraño en todo aquello. Se revolvió en su asiento algo incómoda pero no perdió la compostura en ningún momento. Quería saber que ocultaba Sebastien, si ese era su verdadero nombre.
-Si lo han cogido los ingleses estamos perdidos. Ahora sabrán qué pretendemos –le dijo algo alterada aunque en el fondo estuviera tranquila, ya que se estaba limitando a ponerlo a prueba.
-No lo sabemos a ciencia cierta –le dijo tratando de calmarla.- He sido un estúpido al confiar en él.
Claire permanecía en silencio dándole vueltas a todo lo que estaba sucediendo así como a la información que él le estaba proporcionando. ¿Era un farsante? ¿Un traidor? ¿Qué sabía él de Elba?
-Todo queda en suspenso por ahora –comenzó diciendo- sin esos planos y los accesos a Elba....
-¿Pero y los hombres que habéis sobornado? –preguntó confundido Roy mientras la contemplaba
-Necesitan esos planos para acceder a la isla. Por eso era importante que yo los tuviera hoy mismo. Para entregárselos y que estudiaran el litoral. Pero ahora ya da igual –dijo dejando la copa de vino sobre la mesa baja del salón.- Todo da igual. Perderemos un tiempo maravilloso para liberar al emperador.
Royston se debatía entre el deber de abortar aquella misión en calidad de espía británico, pero al mismo tiempo la atracción que sentía por Claire le hacia más complicado cumplirla. Se había metido en un callejón del que parecía no haber salida. Si ayudaba a Claire a liberar a Napoleón estaría traicionando a su país; pero si impedía que Claire llevara a acabo su misión estaría traicionándose así mismo.
-Tal vez sería mejor que abandonara Venecia –sugirió Claire mirando de reojo el comportamiento de Royston.
-¿Crees que corres peligro?
-Tal vez. Dímelo tú –le espetó retándolo con la mirada firme mientras recordaba la manera en la que la había besado y su cuerpo se estremecía y ansiaba que lo repitiera.
-¿Yo? Sólo conozco un peligro que puedes correr –le dijo acercándose a ella con intención de volverla a besar.
Claire sonrió y permitió que Rosyton se acercara hasta sentir que sus manos la rodeaba por la cintura. Luego sus miradas se confundieron en una sola hasta que sus bocas se unieron y todo fue deseo. Claire sintió los labios de Royston atrapar los suyos por segunda vez aquella noche. Sintió sus caricias bajo el corpiño del vestido y como su pecho se agitaba de manera violenta bajo éste. Royston se dejó llevar por la situación y profundizó aún más el beso sintiendo la respiración agitada de ella.
Pero de repente algo no marchaba. Royston sintió algo que presionaba sus costillas de manera incesante produciéndole dolor. Se separó lentamente de Claire sin apartar su mirada del rostro de ella. Dibujada en éste había una expresión que nada gustó a Royston. Pero si cabe, la cosa se puso peor al comprobar que lo que le producía el dolor era el cañón de una pistola que Claire esgrimía.
-Ahora vas a decirme quien eres. Por que si de algo estoy convencida es de que no eres un partidario de Napoleón –le dijo levantando el arma para apuntarlo directamente ante el gesto de perplejidad de Royston.
Su mente se vio forzada a trabajar deprisa si no quería que Claire dispara contra él. Aunque ¿la creía capaz de hacer una cosa así? Por si acaso no tentaría a la suerte no fuera a ser que perdiera su vida. La miró perplejo mientras levantaba las manos en alto dando muestras de que se rendía y de que no disparara. En ese momento las cosas cambiaban totalmente y lo primero que se le vino a la cabeza era ganar tiempo. Intentar por todos los medios arrebatarle el arma y decididamente abortar su estúpida pretensión de libertar a Napoleón.
La mirada de rabia en los ojos de Claire se intensificó a medida que el tiempo pasaba y él no le daba una respuesta.
-Estoy esperando –le dijo mientras tiraba hacia atrás del percutor y parecía más decidida que nunca a disparar sobre él.
Royston sabía que no podía mentirle puesto que conocía perfectamente sus planes. Decirle que le había seguido el juego para únicamente seducirla no le bastaría puesto que ¿cómo explicaría el hecho de conocer la contraseña?
-¿Tal vez eres un espía inglés que intenta capturarme? –le preguntó con un toque irónico en su voz mientras se incorporaba lentamente del sillón.- Ten presente que si haces el menor movimiento para atraparme te prometo que dispararé –le dijo empleando un tono serio en sus palabras.
-Quédate tranquila. Aprecio bastante mi vida. Sabed que no lograreis escapar
-Eso está por ver
Claire se había incorporado del todo del sillón y ahora estaba de pie frente a Royston apuntándolo con el arma de manera firme y segura. Aunque en su interior sentía una desilusión por haber descubierto que aquel atractivo hombre era en realidad un farsante, y lo que era peor alguien contrario a sus intereses.
Sin dejar de apuntarlo recogió su capa para marcharse.
-No podrás escapar.
-No estás en posición de decidir nada. Ahora si eres tan amable me vas a dejar marchar a riesgo de saber que estoy dispuesta a matarte.
-Aún estás a tiempo de enmendarlo todo. No cometas una estupidez. Napoleón debe seguir en Elba por el bien de todos –le dijo incorporándose del sillón mientras ella negaba con la cabeza.
-Un paso más y disparo –le advirtió moviendo su cabeza.
-Pero... déjame que te explique.
-Oh sí. Podrías empezar por decirme donde está el hombre con quien supuestamente debería haberme encontrado, y que me iba a entregar los planos de la isla de Elba –le recordó furiosa sintiendo como la sangre le hervía en su interior producto de la rabia y la desilusión de haber descubierto el engaño.- Aunque imagino que es el prisionero del que hablaban en los jardines del palacio de Clemenza. Y que tú te haces pasar por él.
Viendo que Roy no contestaba Claire dio por supuesto que así era. Él se había hecho pasar por su contacto, y a fe que lo había hecho bien hasta que sus respuestas comenzaron a desvariar.
-Date la vuelta Sebastien, o como quiera que te llames. Y si te vuelves antes de que yo me haya marchado dispararé. No tengo nada que perder.
-Aún estás a tiempo.
-Si, aún estoy a tiempo de salvar al emperador. No importa que me hayas retrasado ya que encontraré la manera de recuperar los planos y seguir con el plan trazado. Y ahora vuélvete –le ordenó con genio presa de una rabia que parecía no poder contener.
Royston hizo caso a sus palabras por temor a que en un arrebato de locura le disparara. En cuanto saliera por la puerta la perseguiría y la encontraría. Ella no conocía Venecia como él. Claire se acercó lentamente a Royston y levantando la pistola el alta lo golpeó dejándolo inconsciente en el suelo. Luego se quedó allí de pie durante unos instantes contemplándolo. Se inclinó sobre él para comprobar que respiraba y tras localizarle el pulso se sintió reconfortada. No había querido matarlo. Se incorporó de inmediato y tras echar un último vistazo al salón se marchó dejándolo solo. Desde el umbral de la puerta lanzó una última mirada a Royston mientras sentía que su interior se encogía. Cerró la puerta detrás suyo y emprendió el camino por las calles de Venecía mientras sus ojos se empañaban.

-Roy. Roy. Venga muchacho. Despierta de una maldita vez.
La voz de su amigo Máximo le parecía lejana pero a medida que la escuchaba se volvía más y más nítida. Lentamente abrió los ojos y comenzó a desperezarse. Vio el rostro de su amigo sonriendo abiertamente.
-Veo que has pasado una buena juerga eh –le dijo señalando las copas y la botella de vino.- Pero dime, ¿y ella? ¿Dónde está? ¿Y cómo demonios has acabado en el suelo?
Royston frunció el ceño. Estaba confundido. La cabeza le daba vueltas y sentía un fuerte dolor en la parte de atrás. Se llevó la mano hasta allí y sintió la leve hinchazón producida por el golpe de una culata. Se quedó absorto en sus pensamientos y de repente al recordar lo sucedido se echó a reír.
-Dime, ¿qué es tan gracioso? –le preguntó Máximo sin comprender que era lo que le sucedía.
-Es una mujer fantástica –fue lo primero que dijo.
Máximo sonrió en complicidad.
-No me cabe la menor duda, pero ¿dónde está? ¿Tal vez en mi alcoba? –le preguntó sonriendo divertido.
-Se ha escapado –le dijo mientras se incorporaba del suelo.
-¿Hablas en serio? Pero, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?
- Descubrió el engaño.
Máximo se quedó en silencio al escuchar a su amigo decir aquellas palabras.
-¿Y dónde está? ¿No has logrado retenerla?
Royston se llevó la mano a la parte trasera de su cabeza y negó.
-Me engañó haciéndome creer que se marcharía y que no me girara mientras lo hacía. Pero antes me dejó un bonito recuerdo aquí detrás.
Máximo comenzó a sonreír hasta que su sonrisa desembocó en una serie de carcajadas.
-¿Se puede saber de qué te ríes? A estas horas seguramente se encuentre camino de Francia dispuesta a preparar la huida de Napoleón. Ella es la famosa Belle Rebelle –le explicó de mal humor.
-No me río de eso –le dijo Máximo observando el rostro de perplejidad de su amigo.- Si no de que una mujer te haya vencido. ¿No eras de su agrado? –le preguntó burlándose de él.- Estas acostumbrado a que las mujeres caigan rendidas a tus pies. Pero a juzgar por la forma en la que yo te he encontrado.... Diría que esta vez has sido tú quien ha caído.
Royston esbozó una sonrisa y comenzó a reír con su amigo.
-Deberías haber visto su gesto de rabia en su rostro cuando se enteró de todo. ¡Estaba preciosa!
Máximo se quedó callado y perplejo ante aquella confesión de Royston. Lo miró fijamente sin comprender muy bien si hablaba en serio o era una de sus burlas.
-¿Me estás diciendo que te gusta? Que... –se quedó callado esperando que él continuara.
-Claire. Se llama Claire.
-Royston ella es una espía francesa. Una agente de Napoleón –le dijo intentando hacerle entrar en razón.
-Sé quien es, pero no por ello voy a rendirme.
-Pero, ¿de qué diablos me estás hablando? –le preguntó Máximo encogiéndose de hombros sin comprender nada.
-De qué aunque ahora me haya vencido, pienso encontrarla y cobrarme esta derrota.
Máximo seguía sin poder creer lo que estaba escuchando. Miró a su amigo de reojo y sacudió la cabeza.
-Tú estás mal. Muy mal amigo.
-Vamos. Será mejor que empecemos –le urgió mientras lo palmeaba en el rostro.

Claire había conseguido embarcarse para Francia en el primer barco que zarpó de Venecia. En su interior dos sensaciones diferentes se agolpaban. Una la de haber fracasado en su misión; y la otra la de haberse dejado embaucar por un libertino, que no resultó ser la persona que esperaba. Había confiado en él hasta el punto de seducirlo aunque creía ser él quien la seducía a ella. Sonrió por primera vez después de horas de rabia. Recordó su mirada, sus caricias, sus besos... ¿Por qué la había salvado de los hombres en el jardín? Hubiera sido más fácil delatarla una vez que supo quien era ella... O ¿por qué no la había retenido e incluso haberla... matado? Con este pensamiento arribó a las costas francesas horas después de haberse despedido de él. Ahora tocaba planear la manera de liberar al emperador y olvidarse de aquel mal nacido, aunque algo le decía que le sería difícil.



La noticia de la liberación de Napoleón cayó como un jarro de agua fría. Royston se encontraba en su residencia de Glasgow cuando supo por un comunicado del gobierno británico dicha noticia. Lo que en un principio pareció una alarma y un temor pronto se tornó en admiración por una mujer. Sí. Lo había conseguido y no sabía porqué no le extrañaba. Ella era una mujer decidida, valiente, que creía en su causa.
Meses después otra noticia sacudía a toda Europa. Napoleón había sido vencido en Waterloo y ahora se enfrentaba al destierro forzoso en Santa Elena. Desde allí sería prácticamente imposible regresar a Europa. Pero lo que más inquietaba a Royston era la fortuna que habría corrido Claire. Durante los últimos meses no había logrado sacársela de la cabeza. La había buscado por media Europa dadas sus misiones pero nunca volvió a verla. Desapareció de la misma manera en que apareció.

Una mañana de principios de Octubre Royston salió a caballo por los alrededores de su casa. El cielo plomizo amenazaba con descargar lluvia y el viento soplaba entre los árboles despojando las ramas de las hojas que lo cubrían. A lo lejos se podían vislumbrar una paleta de colores otoñales. Royston sonrió cuando un pensamiento estúpido cruzó su mente. Pensó si Claire habría tenido alguna vez tiempo para contemplar un paisaje como aquel. Su imaginación fue más allá y se vio junto a ella en ese mismo lugar. Al momento sacudió su cabeza para alejar aquellos pensamientos sin validez.  Tras una hora larga de paseo decidió volver a casa para encontrarse con la visita de Lord Crawford.
- Es extraño veros por aquí. ¿A qué debo vuestra presencia? –le preguntó Royston ofreciéndole un asiento.
-No estaría aquí si la situación no fuera delicada –comenzó diciendo con preocupación Lord Crawford.
-Bueno, no irá a decirme que Napoleón ha conseguido escapar de Santa Elena, porque entonces yo mismo iría a felicitarlo.
-No, no. Napoleón está muy seguro en su nueva residencia.
-Entonces, ¿cuál es vuestra preocupación?
-El espía francés conocido como la Belle Rebelle ha logrado huir.
El hecho de escuchar aquel nombre sobresaltó a Royston.
-¿Habéis dicho que la Belle Rebelle ha escapado? Desconocía que hubiera sido apresada.
-Así es. La atrapamos hace algo más de un mes. Pero ha conseguido escapar. ¿Puedo pediros vuestra colaboración para atraparla? Vos coincidisteis con ella, y podríais reconocerla.
-Sin duda. Aunque no sabría por donde empezar.
-Bueno según parece ha cruzado la frontera a Escocia. Vos conocéis bien este país y a las gentes. Tal vez...
-Entiendo. En ese caso haré todo lo que pueda.
- El gobierno británico quedaría en deuda con vos si la atrapáis.
Rosyton se quedó pensativo sin escuchar las últimas palabras de lord Crawford. Lo despidió momentos después para regresar a su despacho y encerrarse en éste. Paseó por el reducido espacio dando vueltas en su cabeza a aquella información. ¡Claire se había escapado y estaba en Escocia! Debía encontrarla antes de que lo hicieran los ingleses. Tenía una deuda pendiente con ella, y no estaba dispuesto a quedarse sin cobrarla.

Claire avanzaba con mucho cuidado por las tierras cercanas a la casa. Había logrado burlar a los ingleses al cruzar la frontera y ahora se sabía a salvo en suelo escocés. No en vano Francia los había ayudado en sus contiendas contra los ingleses. De manera que seguramente encontraría gente dispuesta a ayudarla. La casa parecía en calma lo cual la hizo desconfiar, pero tenía que intentarlo. Cuando aquella locura se le cruzó por primera vez en su cabeza la desechó de inmediato. Pero siendo conscientes del peligro que corría no tenía otra opción. Avanzaba observando cada paso que daba, mirando a su alrededor cualquier movimiento extraño. Había aguardado pacientemente a que el hombre abandonara la casa por temor a ser reconocida.
De repente sintió que su avance se detenía por una voz.
-¿Puedo saber qué hacéis en mis tierras? –preguntó una voz que dejó paso a un sonido sordo como el del percutor de una pistola.
Claire se quedó quieta sin atreverse a mover un solo músculo. Levantó las manos en alto dando a entender que se rendía. Al momento escuchó una risita ahogada a su espalda que la enfureció.
-No os volváis o dispararé –dijo la voz acercándose más y más hasta casi rozar su capa.- Déjame que te diga que fue de mal gusto despedirte así en Venecia.
Claire cerró los ojos aliviada porque por fin había dado con él. Pero a diferencia de lo que esperaba él había dado con ella.
-Date la vuelta.
Claire siguió sus indicaciones y lentamente se volvió hacia aquel rostro socarrón que conocía perfectamente, y que no había conseguido olvidar. Royston sonrió complacido por volverla a ver. El cautiverio no había logrado restar ni un ápice de su hermosura y de su porte elegante. Sintió deseos de abrazarla y besarla allí mismo. Castigarla por aquellos meses de ausencia, de pensar en ella y de no poder encontrarla. Y ella, ¿qué pensaba de Royston? Durante el tiempo que no lo había visto lo había añorado a pesar de ser el enemigo. No había olvidado su manera de mirarla, de besarla y de acariciarla.
- ¿Cómo sabías que era yo? –le preguntó mirándolo a los ojos buscando algo de comprensión en ellos.
-Lord Crawford me dijo que te habías escapado. Y deduje que vendrías en mi busca.
-Un poco pretencioso por tu parte –le rebatió haciendo un gesto irónico.
-Nada más lejos de la realidad. Lo supuse porque a estas horas te quedarán pocas personas en las que puedes confiar. Lo que me sorprende es que haya pensado en mi después de la manera que te despediste en Venecia –le dijo provocando en ella una sonrisa cargada de melancolía.
-No tengo donde ir. Aunque si te digo que puedes entregarme a los ingleses y cobrarte tu venganza por lo que te hice –le dijo abriendo las palmas de sus manos mostrándose a su completa merced.
Royston negó con su cabeza lo cual no dejó de sorprenderla.
-No –respondió rotundamente bajando el arma.
- Pero, soy tu enemiga. Pude matarte en Venecia...
-Sí, pero no lo hiciste. Por eso mismo yo no voy a entregarte a los ingleses. Estamos en paz.
-¿Y qué piensas hacer conmigo? –le preguntó confundida.
- Te quedarás aquí.
- ¿Aquí? ¿Contigo? –preguntó con un toque de incredulidad en su voz mientras su pecho se agitaba por el sobresalto que le había provocado aquella noticia.
-Eso he dicho. Quiero que te quedes. Si me has encontrado es por algún motivo ¿no? ¿Cómo supiste donde vivo? Oh déjalo. Olvidaba que eres el mejor agente del gobierno francés.
-Me informé sobre ti, Royston –le dijo pronunciando su nombre son un tono de voz alta y clara y provocando una sonrisa en él.
-Está bien. Sería bueno que te quedaras. Insisto.
-¿Pero qué les dirá a tus superiores?
- Que no he encontrado a la Belle Rebelle.
Claire lo miraba sin dar crédito a sus palabras. ¿Cómo y por qué iba a hacer eso por ella?
- Pero...
Royston comenzaba a cansarse de sus preguntas y de ver siempre complicaciones de manera que avanzó hasta quedar separado de ella por escasos centímetros. Sus miradas se encontraron una vez más, y cuando Royston apartó varios mechones de su rostro ella sintió que algo que había permanecido dormido estos últimos meses volvía a la vida. Sólo él parecía saber como despertarla desde aquella idílica noche en Venecia. Royston enmarcó el rostro de Claire entre sus manos mirándola de manera arrebatadora.
-Dime que no has pensado en mi estos meses. Dime que no has sentido que te faltaba el aire porque no estaba contigo. Dime que no has rememorado una y otra vez aquella noche en Venecia. Dime que quieres irte, que no has venido a quedarte conmigo –le susurró mientras sentía deseos de besarla y perderse en sus ojos como en Venecia.
Claire mantuvo su mirada fija en él mientras en su interior mil sensaciones explotaban.
-He pensado en ti desde la noche que me marché de Venecia, y el dolor por hacerlo me ha acompañado cada día rasgándome el alma. He llorado por no tenerte cerca de mi, y he escapado de prisión y recorrido dos países para encontrarte, y decirte que nunca he podio olvidarte Royston.
Se inclinó sobre ella para devorar sus labios y saciar la sed que había sentido desde que ella se alejó de su lado. Ahora su dolor comenzaba a mitigarse. Ahora que la tenía allí. No tendría que buscarla más pues ella había acudido hasta él.